Límite Suroriental
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Entre Berlanga y La Riba permanece, a pesar de las dificultades que ha vivido, uno de los edificios más significativos de la provincia: la ermita de San Baudelio, en Casillas deBerlanga. Edificada entre los siglos X y XI , su sobriedad exterior dice poco de lo que esconde.
Además de una sala de columnas, como una pequeña mezquita, muy al gusto mozárabe, se divide en una cueva para el eremita, o eremitas, un ábside, un coro y una sala con una gran palmera, un punto de unión entre lo divino y lo humano. Llegó a ser un cenobio medieval.
Las paredes de San Baudelio son un auténtico libro gráfico. Los frescos, mozárabes y románicos, muchos con aire orientalizante, muestran escenas de caza, así como religiosas. Algunos fueron vendidos, pero el conjunto sigue siendo un reto para los investigadores.
Desde la capital de Almanzor, Medinaceli, hasta la fortaleza califal de Gormaz, junto al Duero, hacia el oeste, el caudillo moro levantó en el siglo X una serie de torres-vigía que defendían su camino. Algunas, como la de la imagen, en La Riba de Escalote, se han consolidado.
El río Escalote y el río Torete eran los pasos naturales para el gran caudillo moro Almanzor. Dice la leyenda que en el 1002, tras la batalla de Calatañazor, enfermo de gota y ya mayor fue hecho preso y murió en Bordecorex, un pequeño lugar con una bella iglesia románica.
Camino de Medinaceli está Baraona. Fue causa de un proceso de la Inquisición, pues cerca de ella, en un lugar que aún existe, las brujas hacían sus aquelarres. Su nombre procede, según la leyenda, de una Varona que se enfrentó y venció a Alfonso el Batallador, rey de Aragón.
Los via crucis son comunes en la zona y de bella factura. Tal es el caso del de Romanillos de Medinaceli o el de Mezquetillas. En Romanillos queda, además, una fuente romana y restos de la calzada, que unía Numancia y Medinaceli, luego cañada Real Soriana Oriental.
La explotación ganadera ha marcado la fisonomía de las tierras sorianas, y no sólo por la trashumancia, sino porque la tierra es buena para criar ganado. Las taínas son herencia celtíbera y están hechas de mampostería, con vigas de madera y paja de centeno en el techo.
Pero si las taínas de ganado son típicas, no menos ocurre con los palomares. Siempre cerca de los pueblos, para evitar a los ladrones, pero en los alrededores, para evitar que las palomas se asusten, de todos los tamaños y formas. En la imagen, los de Yelo.
Declarados Bien de Interés Cultural, los palomares de Yelo fueron construidos en el siglo XIX con piedra y barro sobre los riscos que cobijan las aguas del río Torote, que fertilizan previamente las fincas de labor de la vega. Yelo, por otra parte, conserva un templo gótico.
Siguiendo hacia el sur, el visitante se encuentra con un paraje muy especial. Las formaciones de rocas resultan cada vez más curiosas, como las que albergan las cuevas y abrigos en los que yace la ermita de Santa Cruz, que se asoma a la casi desecada laguna de Conquezuela.
El lugar ha tenido actividad humana durante 4.000 años, como demuestran los grabados rupestres de las paredes de la cueva. Fue eremitorio medieval, de cuya época quedan las tumbas antropomorfas del risco y el arco de la cueva, en la que brota un manantial.
Los vestigios de asentamientos prehistóricos son numerosos en la zona. El lugar que recoge una buena parte es Ambrona. Antes de entrar en al población, quedan los restos y la reconstrucción de un túmulo funerario, de 4.400 años antes de nuestra era.
Sin embargo, Ambrona es más conocido porque cuenta con un museo y un yacimiento paleontológico, excavado en el siglo XX, en el que han aparecido restos fósiles de mamíferos y utensilios de caza de hace más de 250.000 años.
Junto al museo, hay una réplica del Elephas Antiquus en fibra de vidrio. Pendientes de excavaciones, se conocen más yacimientos en Ambrona y Torralba, así como varios poblados de hace 6.000 y 7.000 años en el valle del río Mansegal.
Hemos establecido el final del recorrido en Medinaceli, "la Ciudad del Cielo" de Gerardo Diego. Celtíbera, romana, capital musulmana de la Marca Media, la "niña" de Almanzor, la villa ducal... De todo ello queda constancia en esta bella ciudad, declarada Conjunto Histórico
Desde el alto emplazamiento de Medinaceli se puede contemplar un retazo del Sur. Quizás sea uno de esos montes el cuarto cerrillo al que aludía un cronista como tumba de Almanzor, el caudillo moro que amó la ciudad hasta el punto de hacerla su capital en el siglo X.
Nuestro paseo acaba aquí. En mis recuerdos quedan la naturalidad del Sur, la luz que inunda todo, la atmósfera especial, sin contaminación, el silencio de la tierra, apenas roto por los sonidos de la naturaleza, y muchas otras cosas que han quedado fuera de estas páginas.
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Fotos: Esther de Aragón