El límite Suroccidental
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Una pared de sierras cierra el límite sur de Soria cuando se penetra por el suroeste. Tierras bellas y cambiantes, de fincas de labor y pastos para ovejas, de horizontes amplios y mil y un tonos que articulan el vasto espacio y dimensionan cada detalle.
La roca caliza acompaña al visitante a través de los paisajes del sur, añadiendo una gran paleta de tonos rojos. Las oquedades de las paredes siempre se han utilizado para guardar ganado, para tener colmenas o construir palomares, como en Cuevas de Ayllón.
Los pueblos son pequeños y están cargados de historia. Situados en las hondonadas, se extienden sobre los cursos de agua, protegidos del frío cierzo por los montes. El valor de su patrimonio monumental es incalculable, como muestra la iglesia románica de Ligos.
Los palomares son parte del patrimonio tradicional de una zona que, por su clima y orografía, se vio obligada a extraer los mayores recursos posibles de lo que había al alcance de la mano. Los palomares, como veremos, fueron fundamentales. En la imagen, Noviales.
Los herreros proveyeron a los habitantes de todo aquello que era necesario para labrar y para el ganado. Su figura fue tan importante como la del médico, aunque se le concediera otro valor. Algunas de las fraguas se han conservado y restaurado, como la de Noviales.
Hablábamos de caliza roja y Los Callejones son una de sus expresiones más bellas. Ocupada por buitres leonados, las paredes siguen a tramos las aguas del río Pedro, un curso cargado de historia, pues desde época romana ha saciado la sed de algunos pueblos del sur.
Siguiendo la carretera de Los Callejones hacia el sur se llega a la Sierra de Pela, bajo la que descansa el pequeño pueblo de Pedro, que esconde una deliciosa ermita románica, con elementos hispano-visigodos, declarada Bien de Interés Cultural.
Hay personas que influyen profundamente en la conservación de los pueblos de Soria y Emy y Felipe han sido los artífices de que eso fuera posible en Pedro. Por desgracia, él ya no está con nosotros, aunque el Sur nunca podrá olvidarle.
El río Pedro nace en el Manadero, al pie de la sierra. El lugar ha sido acondicionado para que los visitantes se detengan y disfruten del paraje. El agua, que abastece como antiguamente a varios pueblos, cruza Pedro y da vida al entorno, favoreciendo la biodiversidad
En el mismo pueblo, junto a un molino, el río Pedro despeña sus aguas y provoca bellos rincones. Pero no es la única corriente del lugar, ya que son unos cuantos manantiales los que brotan en la población y aumentan el atractivo entorno.
Son once los pueblos que se agrupan en el municipio de Montejo de Tiermes, entre ellos Pedro. Montejo, la capital, tiene casas de piedra roja, una iglesia románica, en origen, y renovada en épocas gótica y renacentista, además de una atalaya en el mismo centro.
El lugar más emblemático del suroeste es Tiermes, un yacimiento celtíbero-romano, habitado durante 30 siglos y coronado por la ermita románica de la Virgen de Tiermes. En las proximidades, se encuentra un encantador hotel rural con un restaurante inmejorable.
Los capiteles del pórtico y los canecillos del ábside de Nuestra Señora de Tiermes son sólo parte del interesado legado de la ermita. Se cree que es lo que queda de uno de los conventos que tuvo en época medieval. Termes se abandonó en el siglo XVI de nuestra era.
La ciudad de Termes, o Termantia, es rupestre. Conserva casas y calles excavadas en la caliza, además de un castellum aquae, un graderío, un acueducto que llevaba agua desde el río Pedro, canalizaciones, termas, zonas públicas, ¡y lo que queda por levantar!
La vegetación de la zona está adaptada a las condiciones de suelo y clima. Encina, enebro, sabina, espino albar, aliaga, ajedrea, mejorana, espliego y vegetación de ribera salpican el Sur, aportando una gran biodiversidad, que incluye setas y trufas. En la foto, Hoz de Arriba.
Desde la población de Tarancueña se abre camino el río Caracena, o Adante, a través de un impresionante cañón, maravilloso para pasear. Acaba en Caracena, un lugar anclado en la Edad Media, que enseñorea un castillo por el que pasó el Cid a sangre y fuego.
Decían que el camino de Valderromán, la de las grandes encinas, a Caracena sería carretera algún día y ya lo es. Llegando por ella, no se ve el castillo, como courría por la pista, pero se debe entrar en la población medieval para ver la iglesia románica de San Pedro y otros monumentos. Conserva otro templo, un rollo... y tiene un buen mesón.
Dejamos este primer tramo camino de Retortillo, asomándonos a la Sierra de Pela. En sus hondonadas se encuentran Castro, Valvenedizo, Losana y Peralejo de los Escuderos, a cual más rojo y bello. Ten cuidado con los corzos, que multiplican por 10 el número de habitantes.
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Imágenes: Esther de Aragón